viernes, 14 de septiembre de 2012

Homenaje a Alejandro Alborino el 17 de Septiembre



El día 17 de septiembre homenajeamos a un compañero, un hombre que vivió con pasión.
Un Ingeniero con mayúsculas. Un hombre que luchó por la justicia, para que todos tengamos acceso a la educación, un tipo que luchó contra la malicia y el egoísmo.
Alejandro Alborino ingresó a la facultad en marzo de 1991. Se recibió en siete años, teniendo uno de los mejores promedios, formando parte de la escolta de la Bandera. Se destacó profesionalmente como implementador de normas de calidad IRAM e ISO y obtuvo gran prestigio a nivel nacional e internacional.
Su carrera no fue fácil. Sufrió la temprana pérdida de su papá y entonces tuvo que apechugarla junto a su mamá y sus hermanos. De manera tal que mientras estudiaba tuvo que trabajar. Fue obrero metalúrgico.
Cuando terminó la secundaria, eligió a la UTN-FRA. Alborino amaba a la Tecnológica. Aprendió a quererla cada día más, a medida que la fue conociendo. Y la fue conociendo en la lucha.
Cuando en 1995 un gobierno vendepatria decidió avanzar sobre la universidad pública, él se sumó junto a miles de estudiantes a la pelea para que no se privatizara el conocimiento. En la UTN-FRA fueron cientos los estudiantes movilizados y entre ellos estaba Alejandro.
Existe un tonto convencionalismo que dice que los alumnos brillantes se concentran en su carrera. No, los estudiantes brillantes no hacen eso -al menos en Latinoamérica-, por el contrario, se comprometen con su pueblo. Y en los ‘90 ahí estaba él para recordarle a algún olvidadizo lo que ya había ocurrido antes: que los estudiantes capaces, si tienen sentimientos nobles, no se quedan solitos a preparar el final, escondiéndose tras los libros cuando la Historia los llama; que muy por el contrario, salen a combatir la injusticia.
Alejandro tenía esa empatía de la que hablaba el Che: “conmoverse cuando se comete una injusticia, sea donde fuera”. Era buen tipo, “gaucho”, no te dejaba tirado en la ruta; era solidario, mucho. Tal vez por eso y porque tenía coraje es que se sumó a las luchas del ’95 en contra de la Ley de Educación Superior, por la cual el modelo privatizador pretendía imponerse en la Universidad Pública. Alejandro, que no tenía militancia política previa, fue parte de quienes siendo trabajadores y estudiantes transformaron la militancia en la facultad, construyendo nuevas formas de hacer política, y en su caso, sobresaliendo por su inteligencia, sensibilidad y gran carisma para resolver problemas.
Alborino -que fue elegido presidente del Centro de Estudiantes de la UTN FRA, Consejero Departamental, Consejero Académico, Secretario de FUA- se enojaría mucho con nosotros si continuáramos esta semblanza sin decir que él no creía -al igual que muchos de nosotros- en esos héroes de película hollywoodense: héroes individuales que luchan solos contra todo. Alborino creía que un hombre si se destaca, si logra algo, nunca lo hace solo. Los héroes de verdad son héroes colectivos, héroes en grupo. Héroes en grupo y “no engrupidos”, agregaríamos.
Y no está mal el agregado, porque Ale era así, reconocía su pertenencia al grupo y jamás se la creía. Podía ir muy rápido, alejarse de lo que el resto creía, por lo cual recibía críticas. Pero siempre, aún estando en lugares de gran relevancia, él volvía al llano siempre que sus compañeros se lo demandaban. En todo caso era su corazón caliente y generoso, su vehemencia la que provocaba esos desajustes que muchas veces sirvieron para hacer realidad lo que creíamos imposible, e ir más allá de lo pensado.
Pero por sobre todas las cosas, Alejandro era una buena persona, uno de los mejores de nosotros, que hoy se ha ido.
Por todo lo que dio, pero por sobre todo por la excelente persona que fue, es que queremos rendirle homenaje.
Para sembrar su ejemplo, para que crezca, y se vuelva primavera.